Pasó el domingo y para mi horror el caldero no estaba abierto, así que después de consultarlo con mi amiga Antonia Pujols, decidimos sacar el caldero del gabinete de la cocina y darle uso, rasparlo, dejarlo guallao, bien guallao. Por aquello de que este es el primer post de este nuevo blog, les contaré que ese día tarde en la tarde, estaba por alguna extraña razón en el hipódromo. No era la primera vez que estaba allí. Estoy familiarizada con la velocidad de los caballos de carrera, la testosterona que corre por las venas de algunos de los apostadores, la emoción en las gradas y la hostilidad de los guardias de seguridad. Para lo que si no estaba preparada era para ver el pesaje de los jockeys. 115, 120, 105 libras con ropa puesta y con sillas de montar. Para una mujer como yo, ese peso es simplemente una atrocidad, un peso inalcansable, irreal, muy bajo para un hombre. Y fue allí entre el fango y el olor a la caca de caballo que me dí cuenta de un nuevo fenómeno cultural significante: el jockey caco. Un individuo que chonquea antes de salir a montar para quitarse una que otra libra, mide como 4 con tres y pesa poco, bien poco. Los jockeys son como una secta cool, son inofensivos y la mayoría muy jóvenes. Tienen las cejas afeitadas en diferentes formas y sus fondillos son tan pequeños como un pana del centro de la isla, but without the hairy part of the fruit. Tienen mucho poder y a la vez ninguno. Están allí y que para dirigir los caballos, para controlarlos, guiarlos con el fin de cruzar la meta primero. Muchos se preguntan si estas habilidades de los jockeys son realmente necesarias. Demás está señalar que son los caballos los que corren, los que sudan, a los que los azotan. El caballo tiene toda la responsabilidad en este deporte, si es que en efecto le podemos llamar al hipismo un deporte. Como el fan que sigue el golf como deporte. Despierta pana!! Han visto a Tiger sudar alguna vez?
Anyway, back to the jockeys.
La pesa era enorme. 112 libras, 115 libras gritaba el juez. Yo sin pronuciar una palabra pensaba "que falta de respeto, quienes son estos individuos, pesan lo que pesa mi muslo!" Pero el momento cumbre de la tarde se dió cuando uno de los jockeys ganó la carrera. Unas individuas saltaron de las gradas a abrazarlo y felicitarlo. Sin duda alguna eran jockeys fans. Tenían un brillo especial en las ojos y reconocí inmediatamente que la cultura del jockey caco debe permanecer bajo observación, porque todavía tengo muchas dudas sobre esta secta y para analizar al "jockey caco" hay que empezar por las susodichas que los apoyan. Las que los siguen a el Comandante, las que se montan en su carros tarde en la noche. Este fenómeno es tan insólito como la cantidad de bondo que tiene Don Omar en su video "Angelito" filmado en Roma. It is very wrong, so wrong. Don Omar, levantas el cuello y tienes otro color. Eres negro querido, vamos a bregar con eso. Y para no perder la perspectiva y la incoherencia los dejo con estas frase de la nueva canción de el Don que se pueden ajustar a ese amor que siente el jockey por su caballo. A ese jockey caco que se cae en media carrera y su caballo cruza la meta solo, obligando al jockey a caminar entre el fango y la caca de los caballos mientras tararea:
"vuelve que el dolor me mata
quiero tenerte o tan siquiera verte
por favor
porfavor vuelve, que el dolor me mata
y quiero tenerte y tan siquiera verte
tenerte y perderte
aceptar olvidarte
y hoy que te fuiste
vuelve que voy a morirme.
dejaré que tu recuerdo me acaricie
dejaré que tu perfume me inspire".